sábado, 18 de octubre de 2014

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Las manchas furtivas difieren de mi cuerpo, peatones en un andar ligero, rostros lívidos y doloridos, penas y lágrimas emblemáticas. 
El camino está ahí y no hay marcha atrás, las zancadas son prominentes, con la cabeza gacha imagino la destrucción en cada uno: pienso en el panadero de la esquina envuelto en un manjar, en el empresario desesperado por la pérdida del autobús, en el joven que se encamina al futuro inasible al ser. Levanto la mirada, observo y me doy cuenta que no hay discrepancia ni dicotomía a ese vano pensar. 
El letargo frenético se apodera de mí, agonizo, caigo en el agujero; cierro los ojos y estás vos guiándome con el rutilar de la mirada desde el edificio en su cúspide. Surge el esbozo de mi sonrisa regresando a ésta realidad. 
Uno, dos, tres pasos, huyo porque me atormenta la monotonía. En el andén se posa mi cuerpo, se dispone completamente a contemplarle a través de un escrito, una epístola que me acusa de amnistía. Llevo la mano al bolsillo, el papel abrumado me conlleva a la idea del usted.
Denoto que el cielo oscurece y la lluvia vanagloriando permanece a la espera. Apresuro los actos y leo detenidamente: 
Permítame dirigirme a usted en esta noche fría, a importunarlo con mis retahílas, déjeme aclamarle con los ojos cerrados y mis pensamientos abiertos a usted, consérveme que yo lo aguardo, espéreme que yo no tardo...
Te lloro porque no te siento, no te tengo cerca. Libérame que ésta atadura me reprime, suéltame el alma del recuerdo para irme...
Hace tanto que escribo sólo para vos y tu indiferencia no me lee; vení, acomodate cerca que tengo frío y en épocas oscuras resultás ígneo en mí...
Mis letras reclaman en compás por tu ausencia, mirá, fijate bien que siempre te digo lo mismo de manera diferente. En respuesta a qué se encomendará mi mano para hacerles entender algo que aún no sé. Dejalas libres a ellas también... ¿Respiras?, ¿aún me entiendes?, abrime paso que vengo a quedarme en vos. 
 
Basta de todo esto, me cansé de ver oscuridad, de ser un transeúnte que aguarda tu mirada desde la ventana, por eso hoy me siento lúcida, porque decidiste abrir las persianas y ahí dónde estás vos mirando hacia el vacío estoy yo sin ser encontrada, pero plena, satisfecha de que existís, de que aún te puedo vivir. Hasta luego, voz del recuerdo, te espero entre multitudes y reencuentros anhelados, a donde no llegás, pero te espero en algún lugar.