sábado, 27 de diciembre de 2014

Reflexiones.

Aquel que se fortalece con la amnistía equívoca y fallida, vive en el recuerdo. El que estemos fingiendo el insalubre detrimento sólo nos deja el suplicio y el decaimiento de lo que algunos llaman alma. Ese arquetipo del que tanto te he mencionado, ¿lo recuerdas?. Cuántas charlas tuvimos al propugnar nuestros ideales, vos en defensa de lo inalienable, porque el empecinamiento para ti va más allá de lo inasible; tal vez por las preferencias escépticas y todas las inclinaciones en su entorno que te caracterizan como esencia y componente detonante.
por mi parte, el alma es un mimetismo del ser, como lo es el espejo al reflejo. Los preceptos se ajustan a las necesidades y adaptaciones que la unidad le brinden. Lo paradójico es hablar del cuerpo como unidad y denotar que el alma se compone de cardúmenes formas vehementes. 
Habrá que darle una resonancia más allá de lo susodicho para generar un concepto amplio a tema. Según la RAE,-y ésto valíendome recursos estilísticos- es el "principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida". Todo para llegar a una conclusión lenitiva, que más que conclusión es un esbozo que abarca cualquier epíteto en relación; sin descartar, claro está, que no hay definición válida que aplique en términos generales.

Al pretender teorizar, la redundancia en temática resulta tediosa, más cuando las dicotomías y los rodeos le hacen compañía, ergo, la magnificencia del asunto es correspondiente a la hora de aludirle, por cuestiones costumbristas de las que no quiero dar por terminadas... 
Para olvidarle sólo debo recordar el dinamismo de sus expresivos ojos negros, cargados de poesía y rutilar en cada parpadeo. Para olvidarle, sólo debo recordar su boca y el sabor a café en sus rojos labios. Para olvidarle sólo debo recordar su pelo lacio en el continuo vaivén en que lo conduce el viento, que con cada movimiento se convierte en un urdimbre. Para olvidarle sólo debo recordar la trascendencia del alma y la esencia en cada letra que nace y vive con la palabra.
Para olvidarle no hacen falta engaños ni controversias que subviertan la fuerza de un sentimiento, y ésta tónica de delirio, ha parado en el refugio de la farsa. Es por eso que el olvido, versátil y débil de constancia no es más que nuestro recuerdo, aquel que toma relevancia con mayor ímpetu desde el último intento.