miércoles, 25 de marzo de 2015

Declaración al vacío.

En noches como estas, que son más lluvia que constelaciones me siento a escribir y tomo un papel, uno deshecho, uno cualquiera que permanece  a la espera, sediento de letras, de poesía, de un protagonista, de ti. Abdico resoluciones costumbristas, voy de aquí a allá, la niebla cunde el sendero armonioso de la consciencia, aquella que  no posee  luz ni sombra, ¿Dónde estás?, aún te busco. La inspiración es in-consciente a mi potestad. La búsqueda en su nexo. Mi mano extendida. El todo incorpóreo me abraza, a mi lado está la nada. ¿Y ahora?, ¿Dónde estoy yo? Me encuentro al otro lado, donde la historia no tiene más para los dos que un punto.
Permanezco inerme, los diálogos atentan contra el reconocimiento del urdimbre material. ¿A quién me dirijo? ¿Al protagonista aquí presente o a la consciencia efímera?.  Sigo sin comprender ubicación alguna, me detengo y pienso, los pies  orientan a quien los conduce y si no es así ¡¿Cómo he parado aquí?! Continúo, la búsqueda no termina pero la bruma se encandila.
Toco las nubes, y sé que no busco el edén. Entonces, ¿qué busco en la cima, en la cúspide del lugar desconocido?  Los sentidos me inundan en compensación de su letargo. Ahora soy consciente del mar, de la brisa, de la tierra que roza mis pies. El vértigo persiste. Aquí no hay oscuridad ni sombra, las raíces se desprenden de su cultivo, salto al abismo.
El vaivén me recibe en su plenitud, en su inmensidad. Hay conmemoración. Fructífera fraternidad de hogar. Los matices, afables en disposición inundan mi piel de azul.

Reviro al pasado y las aguas diáfanas abren paso a las clarividencias en la beatitud del ser: En noches como estas, que son más lluvia que constelaciones me siento a escribir y tomo un papel, uno deshecho, uno cualquiera que permanece  a la espera, sediento de letras, de poesía, de un protagonista, de ti.

viernes, 13 de marzo de 2015

Eterno retorno.

Nunca sopesé la idea de tu partida, más que cuando te apartaste. Nunca toqué la ausencia en el frío sabor de la locura.  
En el pretérito de la vida, la reminiscencia nos es ajena en su pluralismo.  ¿Qué será de ella en la parentela del vacío si  nos alejamos cuando construimos el todo y la bruma de la nada nos abraza?
Ahora bien, el eterno retorno, yace en su ímpetu y muere en la suspensión y el grito que se da al olvido. Nace contigo y culmina en la memoria, en la mía.
Renuncio a todo aforismo, al mito y al prestigio del nunca disgregar. Los cataclismos amedrentan la consciencia, y la respuesta a tu partida surge con la mía, con la estancia misma.