En noches como estas, que son más
lluvia que constelaciones me siento a escribir y tomo un papel, uno deshecho,
uno cualquiera que permanece a la espera,
sediento de letras, de poesía, de un protagonista, de ti. Abdico resoluciones
costumbristas, voy de aquí a allá, la niebla cunde el sendero armonioso de la consciencia,
aquella que no posee luz ni sombra, ¿Dónde estás?, aún te busco. La
inspiración es in-consciente a mi potestad. La búsqueda en su nexo. Mi mano
extendida. El todo incorpóreo me abraza, a mi lado está la nada. ¿Y ahora?,
¿Dónde estoy yo? Me encuentro al otro lado, donde la historia no tiene más para
los dos que un punto.
Permanezco inerme, los diálogos
atentan contra el reconocimiento del urdimbre material. ¿A quién me dirijo? ¿Al
protagonista aquí presente o a la consciencia efímera?. Sigo sin comprender ubicación alguna, me detengo
y pienso, los pies orientan a quien los
conduce y si no es así ¡¿Cómo he parado aquí?! Continúo, la búsqueda no termina
pero la bruma se encandila.
Toco las nubes, y sé que no busco
el edén. Entonces, ¿qué busco en la cima, en la cúspide del lugar desconocido? Los sentidos me inundan en compensación de su
letargo. Ahora soy consciente del mar, de la brisa, de la tierra que roza mis
pies. El vértigo persiste. Aquí no hay oscuridad ni sombra, las raíces se
desprenden de su cultivo, salto al abismo.
El vaivén me recibe en su
plenitud, en su inmensidad. Hay conmemoración. Fructífera fraternidad de hogar.
Los matices, afables en disposición inundan mi piel de azul.
Reviro al pasado y las aguas
diáfanas abren paso a las clarividencias en la beatitud del ser: En noches como
estas, que son más lluvia que constelaciones me siento a escribir y tomo un
papel, uno deshecho, uno cualquiera que permanece a la espera, sediento de letras, de poesía,
de un protagonista, de ti.