jueves, 21 de julio de 2016

Narración rapaz.

En un cálido vespertino, Giovanny Montávez canturriaba una pequeña melodía proveniente de la calle; en lo que se llenaba de estupor por un pequeño rayo de luz que irrumpía su habitación colmada de penumbras. Se incorporó y con un movimiento brusco acomodó las cortinas dejando atrás toda claridad que le ofrecía la tarde.
Llevó sus manos a la cabeza y frotó por largo rato su fina y corta cabellera, mientras visualizaba en el escritorio un desorden abrumador de colillas, papeles y libros. Entró en cólera. Cómo era posible vivir entre la suciedad y no recordar ni un solo instante de pulcritud dentro de su propiedad. Se apresuró, botó todo tipo de elementos que truncaban la limpieza y se deshizo de aquellas que encontraba inútiles. En su búsqueda, cercano a un libro que hace algunos meses había leído, halló un papel con todos los indicativos que caracterizan una carta. La tomó. Ojeó cada una de las frases ahí escritas y concluyó nunca antes haber tenido noticia alguna de la información contenida. Se abrumó. Reflexionó por un rato las intenciones del remitente, pero desistió y se limitó a pensar en la identidad de este, mientras cavilaba en aquellas personas que hubiesen ingresado a su hogar en los recientes meses. Nada. Era absurda tal proposición, si en retrospectiva nadie había accedido en él.
Las sospechas eran vastas a la hora de conjeturar que se trataba de una coartada. Pero coartada de quién. Se había caracterizado por ser un hombre pacífico, solitario, indulgente.  Entonces, coartada por qué, de quién, con intereses de qué tipo. Quizá, tan solo era un juego del que él había montado un alarido. Es todo. Sin embargo, el motivo de su cólera residía en aquella frase insistente que le invitaba a remembrar el contendido inscrito y a pensarse a sí mismo, desde el último acontecimiento vivido. ¿De qué se trataba todo eso?, no poseía vocación alguna de grafólogo para dar con tal acertijo. Maldijo. Y abdicó a continuar con el ejercicio de lectura, que de momento le resultaba insulso e indignante.
En el mismo instante en que se dictaminó la renuncia, en el fondo se escuchó girar el picaporte mientras la puerta se abría con brusquedad. Giovanny corrió y se topó con una mujer que antes de cualquier juicio, agregó con arrepentimiento: "lamento haber tardado tanto, debiste recibirlas con algunas horas de anticipación", haciendo ademán de ofrecerle algo. Él lo recibió, sujetó dos pastillas rosadas y redondas. Viró hacia la derecha y se encerró nuevamente en su cuarto.

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